Don Max Shein
 
Max Shein nació en 1907 en Brooklyn, Nueva York, en el seno de una familia judía emigrante de Polonia. Sus padres, Frida Heisler y Samuel Shein, le inculcaron el valor de la educación y de la perseverancia en el trabajo, heredándole importantes lecciones de humanismo y filantropía.
 
Max Shein comenzó a trabajar con su padre a la edad de 10 años. En 1924, a los 17 años, llegó a México aventurándose a vender un saldo de peinetas para cabello que su padre almacenaba por ser ya obsoletas en Estados Unidos.
 
A principios de los años treinta conoció a María Amparo Viderique Coya, con quién contrajo matrimonio en octubre de 1934 y quien fue la vida de su corazón. Ella  compartía con él una gran sensibilidad social y el deber moral de ayudar al prójimo, en particular a los pobres y desprotegidos. De su matrimonio nacieron sus dos hijas: Rosa Maria e Yvonne, y posteriormente sus ocho nietos y 16 bisnietos.
 
Como exitoso empresario en 1939 fundó CIPSA (Compañía Industrial de Plásticos), fue consejero de Banco Mexicano y, posteriormente, consejero y vicepresidente del Multibanco Mercántil de México.
 
Su obra filantrópica comenzó en la década de los cuarenta con un interés especial en las áreas de salud y de educación. En ésta última destacan, entre otras, la construcción -en 1948- de la Escuela Secundaria Pública Albert Einstein de la Ciudad de México; la donación, en 1982, de una escuela rural en Panzacola, Tlaxcala dedicada a la memoria de su querida esposa, y misma que fue remodelada en 1994 añadiéndole talleres de computación, electricidad, plomería y corte y confección, entre otros.
 
Desde 1995 hasta enero de 2000 equipó, con sus propios recursos, talleres de cómputo para 240 escuelas públicas localizadas en el Distrito Federal y en 17 estados de la República Mexicana.
 
Don Max unió sus esfuerzos a los del Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa (ILCE) y a los de la Secretaría de Educación Pública con el fin de integrar el modelo pedagógico “Red Escolar” a todas las escuelas, y así garantizar una inversión orientada a elevar el aprendizaje y el rendimiento escolar.
 
Fue reconocido por personalidades mexicanas e internacionales: en 1996 recibió, por parte del Presidente de México, la condecoración del "Águila Azteca", máxima presea que se otorga a los extranjeros que contribuyen de manera trascendente al desarrollo y a la cultura de México. Asimismo, el Instituto Tecnológico de Israel le otorgó en 1980, de manos de Henry Kissinger, el premio "Albert Einstein”. También recibió en 1997 la máxima condecoración que otorga el Estado de México, y a sus 93 años recibió el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Anáhuac.
 
Su fe en Dios y en la humanidad lo llevó a dedicar gran parte de su vida a la creación y promoción de obras sociales, especialmente aquellas orientadas a la educación, ya que estaba convencido de que ésta es la mejor manera  de generar equidad en las  oportunidades de desarrollo para todos los mexicanos.
 
“El Cielo es el límite” era la inspiración que Don Max repetía a su familia, amigos y colaboradores para encender la llama de la solidaridad y la entrega sin que su avanzada edad fuera un límite para alimentar el motor de su energía y sentido innovador que que fue la lámpara con la que Dios iluminó su camino para trabajar a favor de sus hermanos hombres y mujeres hasta el mismo 29 de noviembre del año 2000, día en que se separó de nuestro horizonte para alcanzar el Cielo prometido.
 
Después de su partida, UNETE sigue sirviendo a México con cerca de 10,000 escuelas públicas equipadas en todo el país, entre las que se encuentran las 6 primarias del municipio de Cuatro Cienegas. 

Max Shein nació en 1907 en Brooklyn, Nueva York, en el seno de una familia judía emigrante de Polonia. Sus padres, Frida Heisler y Samuel Shein, le inculcaron el valor de la perseverancia en el trabajo ante la adversidad, heredándole importantes lecciones de humanismo y filantropía.

Max Shein, después de asistir a la escuela, comenzó a trabajar con su padre a la edad de 10 años. En 1924, a los 17 años, llegó a México aventurándose a vender un saldo de peinetas para cabello que su padre almacenaba por ser ya obsoletas en Estados Unidos.

A principios de los años treintas conoció a María Amparo Viderique Coya, con quién contrajo matrimonio en octubre de 1934 y quien fue la vida de su corazón. Ella  compartía con él una gran sensibilidad social y el deber moral de ayudar al prójimo, en particular a los pobres y desprotegidos. De su matrimonio nacieron sus dos hijas: Rosa Maria e Yvonne, y posteriormente sus ocho nietos y 16 bisnietos.

Como exitoso empresario en 1939 fundó CIPSA (Compañía Industrial de Plásticos), fue consejero de Banco Mexicano y, posteriormente, consejero y vicepresidente del Multibanco Mercántil de México.

Su obra filantrópica comenzó en la década de los cuarenta con un interés especial en las áreas de salud y de educación. En ésta última destacan, entre otras, la construcción -en 1948- de la Escuela Secundaria Pública Albert Einstein de la Ciudad de México; la donación, en 1982, de una escuela rural en Panzacola, Tlaxcala dedicada a la memoria de su querida esposa, y misma que fue remodelada en 1994 añadiéndole talleres de computación, electricidad, plomería y corte y confección, entre otros.

En 1995 aportó fondos a la Organización para la Recuperación Tecnológica de México (ORT) destinados a la construcción de un Centro de Recursos Tecnológicos en la Ciudad de México que apoya a la educación pública y privada del país con las técnicas de enseñanza más avanzadas.

Desde 1995 hasta enero de 2000 equipó, con sus propios recursos, talleres de cómputo para 240 escuelas públicas localizadas en el Distrito Federal y en 17 estados de la República Mexicana.

Don Max unió sus esfuerzos a los del Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa (ILCE) y a los de la Secretaría de Educación Pública con el fin de integrar el modelo pedagógico “Red Escolar” a todas las escuelas, y así garantizar una inversión orientada a elevar el aprendizaje y el rendimiento escolar.

Fue reconocido por personalidades mexicanas e internacionales: en 1996 recibió, por parte del Presidente de México, la condecoración del "Águila Azteca", máxima presea que se otorga a los extranjeros que contribuyen de manera trascendente al desarrollo y a la cultura de México. Asimismo, el Instituto Tecnológico de Israel le otorgó en 1980, de manos de Henry Kissinger, el premio "Albert Einstein”. También recibió en 1997 la máxima condecoración que otorga el Estado de México, y a  sus 93 años recibió el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Anáhuac.

Su fe en Dios y en los hombres lo llevó a dedicar gran parte de su vida a la creación y promoción de obras sociales, especialmente aquellas orientadas a la educación, ya que estaba convencido de que ésta es la mejor manera  de generar equidad en las  oportunidades de desarrollo para todos los mexicanos.

“El Cielo es el límite” era la inspiración que Don Max repetía a su familia, amigos y colaboradores para encender la llama de la solidaridad y la entrega sin que su avanzada edad fuera un límite para alimentar el motor de su energía y sentido innovador que que fue la lámpara con la que Dios iluminó su camino para trabajar a favor de sus hermanos hombres y mujeres hasta el mismo 29 de noviembre del año 2000, día en que se separó de nuestro horizonte para alcanzar el Cielo prometido.

Después de su partida, UNETE sigue sirviendo a México con cerca de 10,000 escuelas públicas equipadas en todo el país, entre las que se encuentran las 6 primarias del municipio de Cuatro Cienegas.